VERONICA ROSSATO

30 de diciembre de 2012

AÑO NUEVO

LA PIEDRA Y EL HOMBRE

El distraído tropezó con ella,
El violento la utilizó como proyectil,
El emprendedor construyó con ella,
El campesino cansado, la utilizó de asiento,
Drummond la poetizó,
David la utilizó para derrotar a Goliat,
Y Miguel Angel le sacó la más bella de las esculturas.

En todos los casos la diferencia no estuvo en la piedra, sino en el hombre...

El año que viene es el mismo para todos,
depende de nosotros lo que hagamos con él.

Y, sin duda,  mayor será el provecho si lo hacemos de la mano de Jesús.

22 de diciembre de 2012

ARTE

"Todo conocimiento humano procede del arte. Toda capacidad procede de la capacidad artística del ser humano, es decir, de ser activo creativamente. ¿De dónde iba a proceder si no? El concepto de ciencia es sólo una ramificación de lo creativo en general. Por esa razón hay que fomentar una educación artística para el ser humano."
 

Joseph Beuys. Cada persona, un artista.

13 de diciembre de 2012

Navidad en el desierto


Pocos años atrás, me tocó pasar la Navidad en el Sahara Occidental, territorio invadido por Marruecos desde 1976. En este lugar formé parte de un equipo de cooperantes internacionales que trabajábamos en diversos proyectos sociales. Por tratarse de un  país musulmán y, específicamente, de una región en conflicto (el pueblo saharaui sigue reclamando su territorio), allí los extranjeros están muy vigilados. Reunirnos con los pocos cristianos del lugar significaba un grave riesgo para ellos. Sin embargo, deseábamos festejar unidos el nacimiento de nuestro Señor. La solución? Irnos lejos de la ciudad, lejos de las miradas de los vecinos, lejos de los policías de civil, es decir, irnos al desierto. Y eso hicimos: alquilamos una jaima (carpa) y nos repartimos las tareas para que no faltara nada; queríamos pasar juntos un día completo, jugar, comer, alabar a Dios y orar. Fue una Navidad inolvidable!

En la mañana del día fijado subimos las cuatro mujeres del equipo a nuestro Jeep y emprendimos la ruta al desierto, llevando alimentos y una guitarra. Al llegar al lugar, la jaima ya estaba armada y comenzamos a arreglar la mesa que pronto se cubrió de fuentes exquisitamente decoradas. Para los árabes, la estética es muy importante y sus comidas siempre son hermosas, además de ricas. Mis fuentes de ensaladas parecían preparadas por alguna de las mujeres nativas y me sentí contenta de poder compartir lo que la noche anterior había hecho con esmero y mucho amor.

Cuando nos dispusimos a alabar al Señor, a la guitarra se unió un violín, las voces, la percusión… Tuvimos una fiesta de los sentidos y del espíritu, donde el arte en sus distintas expresiones (la música, la decoración de los alimentos y del lugar) alababa a Dios junto al viento del desierto. Fue como vivir un instante celestial en medio de la ´nada´ habitada por el Espíritu de Dios.

Nuestro Creador nos ha dado dones y habilidades por medio de los cuales podemos glorificarlo. “Hemos dejado el campo de las expresiones artísticas al diablo”, decía el predicador Alberto Motessi en el congreso COICOM 2011 (Asunción, Paraguay), llamando a los jóvenes cristianos a prepararse para ocupar esos espacios, en la música, las artes visuales y audiovisuales, la escritura. Sería bueno que al celebrar la próxima Navidad demos gracias a Dios por los dones con los que nos ha equipado y, al comenzar el nuevo año, nos propongamos  darle alas a nuestras capacidades, explorar nuevas áreas de conocimiento, completar estudios que antes dejamos inconclusos, leer más, comenzar a pintar, a cantar, aprender a coser, investigar; capacitarnos y ocupar espacios desde donde podamos reflejar la luz de nuestro Salvador.

25 de noviembre de 2012

Hermanos Mocoví

 Aborígenes mocoví en Argentina

“No podemos esconder el idioma que Dios nos ha dado”

“No podemos esconder el idioma que Dios nos ha dado”
Asentados en el sur de la Provincia del Chaco, especialmente en Villa Ángela y Napalpí, y en el norte de la Provincia de Santa Fe, la mayoría son cristianos.
http://www.protestantedigital.com/ES/Sociedad/articulo/15523/No-podemos-esconder-el-idioma-ue-dios-nos-ha-dado

11 de noviembre de 2012

La música española es africana...

“Ignorar la trama interétnica de España supone legitimar el modelo político impuesto a partir de los Austrias, que pretende borrar la diversidad en aras de una homogenización. Felizmente, el Estado no ha sido tan absolutista como él mismo se soñaba. Si estudias la Gran Redada de 1749, que pretendía reeducar a todo el pueblo gitano, ves que ni siquiera se consiguió su apresamiento general. Muchos gitanos huyeron o fueron protegidos por las autoridades locales. Si hubiera triunfado la redada y sus propósitos, hoy no tendríamos flamenco.
Consciente o inconscientemente, nuestros gobernantes se mueven por un odio a la cultura, que siempre desvela verdades incómodas. Con ser grave, la subida del IVA no es lo principal. Sí lo es su negativa a responsabilizarse de la pobreza, la ignorancia y la violencia que traen sus decisiones. Han secuestrado la soberanía popular y desprecian todo lo que sea fluido, plebeyo, mestizo”.

Santiago Auserón (Zaragoza, 1954), El ritmo perdido (Península).

3 de noviembre de 2012

INEVITABLE

"Anoche, Sandy -la tormenta más desvastadora que haya azotado en décadas la región más densamente poblada de Estados Unidos-  dejó atrás a una aturdida e inundada ciudad de Nueva York, una anegada costa Atlántica y un paisaje lunar de desorden y escombros: desde desvastados paseos marítimos hasta sistemas de transporte masivo sumergidos bajo el agua...".

Podría ser el comienzo de una novela, pero es la cruda realidad. Lo inimaginable ha sucedido una vez más en NY. Millones lo viven; otros, pamados, seguimos las noticias desde lejos.


Al ver estas imágenes pienso en un acontecimiento inevitable y cada vez más cercano que afectará a toda la humanidad (se crea o no se crea en él): 

La segunda venida de Cristo no debería tomar a nadie por sorpresa.

25 de octubre de 2012

Octubre...

                                   Rivera y más allá

El Ford Falcon se desplazaba veloz por las calles de la ciudad dormida. Con los ojos vendados, apretujada entre dos hombres en el asiento posterior, sentía sobre mis costillas la presión de un arma, e intentaba dominar el miedo.
Aquella madrugada de octubre de 1976 me desperté al oír golpes en la puerta. Supe que venían a buscarme. Varios hombres con el rostro cubierto ingresaron en la casa y me empujaron a punta de pistola hasta el dormitorio.  En pocos minutos todo quedó revuelto, mil cosas desparramadas. Cartas y fotografías desaparecieron.
El operativo fue rápido. Cuando el emblemático Falcon verde se puso en marcha, mi madre y mis hermanas aún permanecían sentadas en los sillones del living, con la cabeza cubierta por las fundas de las almohadas, paralizadas por las amenazas de los paramilitares. Mi padre estaba de viaje y mis hermanos no habían regresado de alguna salida con sus amigos.
Noté que otro auto nos seguía y en un momento en que ambos se detuvieron, creí oír un disparo. “Mataron a alguien. Ahora me toca a mí”, pensé. Procuré imaginar el dolor que producirían las balas entrando en la carne. Comencé a respirar con dificultad.
- ¿Qué te pasa? ¿Te sentís mal?, preguntó mi custodio.
El orgullo me impidió admitir el pánico.
- El pelo sobre la cara no me deja respirar, respondí con dignidad fabricada.
Desesperadamente buscaba reconocer el rumbo que tomamos al reanudar la marcha. Presté atención a los sonidos, a las curvas del camino. Si nos dirigíamos a La Perla, en el camino a Villa Carlos Paz, me esperaba la tortura segura y posiblemente la muerte.  A los pocos minutos respiré con alivio. No habíamos salido de la ciudad  y, según lo que alcanzaba a ver por debajo de la venda, circulábamos por calles arboladas. Supuse que estábamos en barrio San Vicente, eso significaba que tenía posibilidades de sobrevivir.
Poco después llegamos al Campo de la Rivera, destacamento de Gendarmería que funcionó como lugar de detención clandestina desde 1975, a cargo del III Cuerpo de Ejército. Allí, una vez ‘verificados los antecedentes’, los detenidos eran enviados a la cárcel o a La Perla. Algunos recuperaban la libertad.
Me encerraron en una celda diminuta. En los días que permanecí allí, mantuve mi mente ocupada practicando posturas de yoga y contando la respiración hasta que algún pensamiento irrumpía. Entonces recomenzaba, uno, dos, tres…. Me erguía en postura invertida, apoyada sobre la cabeza, con las manos entrelazadas en la nuca. Tenía los ojos vendados de modo que no podía ver a los gendarmes cuando los escuchaba abrir la ventanita de la puerta de metal para observarme. Me convertí en la curiosidad de los guardias del pequeño “campo de concentración” en el que cientos de hombres y mujeres, estudiantes y trabajadores, compartían bronca y dolor.
Pocos días después –cuando ya estaba en la cuadra con las otras mujeres- al atardecer se corrió la voz de que llegaban ‘los de Aeronáutica’. Quienes se habían levantado la venda con la complicidad de los gendarmes volvieron a colocársela sobre los ojos y todas permanecimos muy quietas, sentadas en los colchones mugrientos que compartíamos entre dos o tres. Sólo podíamos ver sus botas –“pueden aplastarme, como a una cucaracha”-, escuchar su voz y responder a sus preguntas. Se burlaban, nos insultaban. En una de estas visitas, un hombre que se hacía llamar Enrique mostró compasión y se ofreció para llevar noticias a mi familia. Escribí un mensaje en un pedacito de papel y una de mis hermanas envió una escueta respuesta. Así supieron en casa que seguía viva.
Hubo momentos en que me obligaron a hacer de enfermera, acompañando al médico –secuestrado junto con su esposa embarazada- que debía curar a las mujeres que venían de La Perla o habían sido picaneadas allí mismo. Sabíamos que algo así estaba ocurriendo cuando a la hora habitual de los interrogatorios escuchábamos la radio a todo volumen, apagando los gritos.
Cuando llegaba mi turno de ‘entrevista’ me zambullía en un ‘juego de estrategia’, intentando  anticipar la próxima jugada-pregunta para armar un rápido movimiento-respuesta. Medía cada palabra propia y ajena. ¿Habrían averiguado que yo sabía lo que callaba? Día tras día la misma tensión e incertidumbre. Si alguien hablaba, sabrían. Mientras tanto, corrían rumores, había traslados, movimientos de camiones en la noche, voces que dejaban de oírse, otras que se convertían en lamentos.
Pasaba mucho tiempo aislada, sentada al sol, contando la respiración para no perder la cordura. La rutina se rompía cuando me llamaban para limpiar la oficina de la guardia. Desde allí podía ver las copas de los árboles, al otro lado de una ventana alta. Me reconfortaba observar esas hojas verdes mientras pasaba el trapo mojado, aunque tuviera que soportar sobre mí la mirada burlona de algunos uniformados.
A la hora de la comida, debíamos estar con las vendas puestas porque compartíamos el patio con los varones. El hecho de no poder vernos no impidió que a veces conversáramos o cantáramos juntos. Incluso surgieron romances alimentados por mensajes enviados de pabellón a pabellón, con  la complicidad de algunos guardias.
En la mañana del 26 de noviembre, apenas había comenzado la tarea de limpieza en la oficina, un gendarme me llamó desde el patio. Al cruzar el umbral escuché voces: “Cumpleaños feliz”. Mujeres y hombres coreaban a ciegas. Me pareció una escena atroz. No pude alegrarme, tuve ganas de llorar pero grité “gracias” con toda la potencia que logré darle a mi voz.
Una tarde salí de allí. Un camión me dejó en Barrio Junior, cerca del río. Una mano me quitó la venda y una voz masculina me ordenó que caminara recto, sin mirar atrás, hasta que ya no escuchara el ruido del motor. Obedecí.

13 de octubre de 2012

Una dura decisión

La decisión que tomaron el nonno Guido y la nonna Antonietta fue sin duda durísima, “pero el tiempo nos demostró que en todo ello hubo una conducción de la mano de Dios”, escribió hace algunos años Renzo, mi padre.

Huyendo del faccismo, el Nonno y la Nonna –como les llamamos siempre- emigraron a “l’América” y aquí pudieron encontrar finalmente paz y tranquilidad personal. También muchas verdaderas amistades que sustituyeron a las que dejaron en Italia.
La historia de ellos sin duda ha marcado a las generaciones siguientes. Lo reconozco: tengo ‘alma de inmigrante’.
Como la Nonna nunca logró pronunciar la “j”, para ella las berenjenas fueron siempre “berenquenas”. Las preparaba de varias maneras pero ‘a la napolitana’ es como más me gustaban y así las he seguido haciendo.

Berenjenas a la napolitana
Ingredientes
Un kg de berenjenas moradas, 2 cucharadas soperas de sal gruesa, 300 gr de queso fresco cremoso, 3 huevos, ¾ kg de tomates perita, 1 cebolla 1 chica picada, 2 dientes de ajo, 1 cucharadita de orégano y una de tomillo, 100 gr de queso parmesano rallado, harina y aceite, en cantidad necesaria
Preparación
Lavar las berenjenas y cortarlas en rebanadas a lo largo de un poco más de ½ centímetro.
Colocarlas en un colador de pastas y espolvorearlas con la sal gruesa. Dejar una ½ hora.
Mientras tanto preparar una salsa de tomate. Echar las dos cucharadas de aceite en la cacerola y saltear a fuego suave la cebolla, cuando se pone transparente agregar los dientes de ajo pelados (enteros) y el laurel. Incorporar el tomate picado con todo el jugo, el tomillo y el orégano.
Cocinar aproximadamente 10 minutos a fuego bajo.
Enjuagar las berenjenas y secarlas con el repasador. Espolvorear  ambas caras de las berenjenas con harina. Colocar al fuego una sartén con abundante aceite. De a una pasarlas por los huevos batidos y luego freirlas hasta dorar en ambas caras.
Retirarlas a medida que se van cocinando y apoyarlas apiladas sobre papel de cocina.
En una fuente para horno y mesa colocar un poco de salsa, encima una capa de berenjenas, cubrirlas con tajadas de queso fresco y por encima salsa. Repetir la operación una o dos veces hasta terminar con una capa de salsa.
Echar queso rallado por encima y gratinar en horno hasta dorar la cubierta
Retirar y servir.

30 de septiembre de 2012

Budín de pan en la Rivera

No he vuelto a comer budín de pan como aquel de 1976. Esta receta forma parte de los días transcurridos en el Campo de la Rivera. Algunos gendarmes colaboraron para que las cáscaras de las naranjas que ellos comían y los restos del pan que comíamos nosotros se convirtieran en un bocado dulce. Una de las compañeras tenía dinero en el bolsillo en el momento que la secuestraron y los guardias pudieron tomarlo para comprar leche, azúcar, huevos y pasas de uvas. No participé en la elaboración del enorme budín de pan (que no conoció el baño María sino que se cocinó en una asadera), pero recuerdo nítido el delicioso sabor agridulce de esos trocitos de cáscara de naranja.

Ingredientes:

400 gramos de miga de pan
1 litro de leche
5 huevos
250 gramos de azúcar
uvas pasas, a gusto
azúcar para acaramelar
Trocitos de naranja confitada (o cáscara de naranja)


Preparación:

Colocar en un recipiente la leche y la miga de pan para remojarla, despedazándola bien con las manos.
Batir aparte los huevos con el azúcar, agregarlos a la miga remojada, por último incorporar las uvas pasas y los trocitos de naranja, mezclar y colocar en molde acaramelado.

Se cocina a baño María aproximadamente durante una hora.